domingo, 10 de abril de 2011

Ayer pensé en salir esta noche. Ir al pub a meterme pal coleto unas pintuelas y vacilar a las muchachas del lugar. Ahora mismo, tras un día de mierda y una pequeña palizilla en la bici, lo que me apetece es sentarme en una esquina de un bar tranquilo, uno de esos el tipo de barra sabe lo que necesita el parroquiano, tanto en su vaso como en sus oídos. Me viene a la cabeza el Charlie´s, en Cork, cerca del puerto. Recuerdo el día que lo descubrí en uno de esas tardes duras del invierno irlandés. En una ciudad con tantos bares es sencillo pasar de largo, por lo que todavía no sé muy bien por qué entré en ese pub oscuro y sin atractivo alguno una noche entre semana, pero encontré lo que necesitaba. Una chimenea donde sacarme, cerveza, una clientela reservada y una camarera con unos preciosos ojos verdes y la habilidad de saber cuando a uno le va venir bien escuchar un poco de Dylan.
A veces echo de menos la ciudad.

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